Poema 113

¡Oh, amado mío! Eres tú mi ruego; y dondequiera que yo esté me ves. Para iluminarme, tu luz refulgente me ha abierto los ojos de par en par. He realizado tu verdad plenamente en mi interior; haz conmigo, así pues, cuanto quieras, que estoy muerto por causa del amor y entre los amantes me heSigue leyendo «Poema 113»

Poema 120

Habéis tomado posesión de mi corazón forzándome a vagar errante por los valles. Devolvédmelo, por favor, que sin él no sé lo que es el reposo. Soy un expatriado solitario, y por vuestra culpa mi soledad se alarga aún más. —Ḥallāǧ— *Traducción de Halil Bárcena. Tomado de: Ḥallāǧ, Dīwān, p. 347.

Poema 123

Matadme, ¡oh, mis fieles amigos!, que en mi muerte está mi vida. Mi muerte es vivir; y mi vida, morir. La abolición de mi ser es para mí el don más generoso; permanecer en mi condición humana, la ofensa más repugnante. Mi espíritu detesta tener que vivir entre todas estas ruinas. Matadme, pues, y quemadmeSigue leyendo «Poema 123»

Poema 128

He saboreado la ebriedad del sentido místico más deleitable; sin embargo, nada se puede comparar a la ebriedad del amor. Ambas ebriedades no siempre coinciden, pues jamás tenemos suficiente cuando se trata de la ebriedad del amor. Los embriagados salen indemnes tras recibir ochenta latigazos mientras que el ebrio de amor acaba siempre crucificado. —Ḥallāǧ—Sigue leyendo «Poema 128»

Poema 124

¡Por Dios! Si los amantes ardientes juraran que han muerto de amor o los han ajusticiado, no mentirían. Hay fieles de amor que perecen tras alcanzar la unión, pero renacen más tarde en Dios. Míralos, extenuados en sus moradas; los amantes son como los jóvenes de la caverna, que ignoran el tiempo transcurrido. —Ḥallāǧ— *TraducciónSigue leyendo «Poema 124»