La realidad poética

El filósofo quiere lo uno, porque lo quiere todo, hemos dicho. Y el poeta no quiere propiamente todo, porque teme que en este todo no esté en efecto cada una de las cosas y sus matices; el poeta quiere una, cada una de las cosas sin restricción, sin abstracción ni renuncia alguna. Quiere un todo desde el cual se posea cada cosa, mas no entendiendo por cosa esa unidad hecha de sustracciones. La cosa del poeta no es jamás la cosa conceptual del pensamiento, sino la cosa complejísima y real, la cosa fantasmagórica y soñada, la inventada, la que hubo y la que no habrá jamás. Quiere la realidad, pero la realidad poética no es sólo la que hay, la que es; sino la que no es; abarca el ser y el no ser en admirable justicia caritativa, pues todo, todo tiene derecho a ser hasta lo que no ha podido ser jamás. El poeta saca de su humillación del no ser a lo que en él gime, saca de la nada a la nada misma y le da nombre y rostro. El poeta no se afana para que de las cosas que hay, unas sean, y otras no lleguen a este privilegio, sino que trabaja para que todo lo que hay y lo que no hay, llegue a ser. El poeta no teme a la nada.

—María Zambrano—

Comentario:

Éste es uno de los más bellos pasajes de María Zambrano. En un gesto de absoluta franqueza y descaro, declara los privilegios intelectuales de la poesía por encima de toda filosofía. Para ella, «la cosa del poeta», el objeto del pensamiento y la acción poética, es algo más pleno y complejo que el Ser de los filósofos y eso es sumamente importante en el horizonte en que quizá hoy están puestas todas las necesidades que reclaman un logos para el pensamiento de las cosas de la naturaleza, del mundo, de lo humano, de lo vivo. Y es evidentísimo que a ella le interesa especialmente lo que puede el logos poético, aunque de algún modo se aferra o no renuncia del todo a seguir pensando en lo que puede o no puede el logos filosófico. Proceder así, de hecho, implica una metodología completamente inusual que logra abrir posibilidades a partir de un efecto de contraste. La poesía puede lo que parece imposible para la filosofía, pero lo puede en contraposición a lo que ésta puede efectivamente; la acción poética trabaja sobre los caminos que la filosofía ha intentado recorrer sin que le importen sus éxitos o sus fracasos. En todo caso, la poesía pronuncia las andaduras de la filosofía, hace más amplios sus caminos, hace más profundas sus huellas e incluso descifra sus vestigios. Y el punto de partida de María Zambrano es fascinante, pues el contraste que utiliza en este pasaje es la voluntad filosófica de serlo todo. Esta voluntad, por un lado, encuentra su propio límite en la unidad entendida como integridad de todo lo que es, pero también en su forma de quererlo todo porque se vuelve de inmediato en una disposición totalitaria en la que se pierden los matices, las variantes, las diferencias, las diversidades y es justo eso lo que resalta las diferencias de esta voluntad filosófica con la voluntad poética de serlo todo, pues efectivamente la acción poética tiene un modo sumamente peculiar de dirigirse hacia todas y cada una de las cosas. La unidad en la poesía no es la de un todo abstracto y autosuficiente, sino la unidad de todas y cada una de las cosas. Por eso su poder intelectual radica en hacer posible el pensamiento y hasta la comprensión sensible de todo lo que puede ser objeto de una imaginación poética. Y así es como no sólo puede con el ser y los diversos modos de ser, sino incluso también con toda forma del no-ser, especialmente aquellas que atraviesan la experiencia temporal de las cosas. La poesía nos permite pensar en todo lo posible y hasta en lo imposible.

—Rafael Ángel Gómez Choreño—

Deja un comentario