Poesía y violencia

La realidad es demasiado inagotable para que esté sometida a la justicia, justicia que no es sino violencia. Y la voluntad aún extrema esta violencia «natural» y la lleva a su último límite. La palabra de la poesía es irracional, porque deshace esta violencia, esta justicia violenta de lo que es. No acepta la escisión que el ser significa dentro y sobre la inagotable y obscura riqueza de la posibilidad. Quiere fijar lo inexpresable, porque quiere dar forma a lo que no la ha alcanzado: al fantasma, a la sombra, al ensueño, al delirio mismo.

—María Zambrano—

Comentario:

Lo que María Zambrano deja al descubierto sobre la poesía, al ponernos en la perspectiva de su relación con la justicia y la violencia, es la capacidad de la poesía de oponer una resistencia libertaria frente a la ley y la norma cuando éstas, lejos de procurar algún bien, se han convertido en un violento dispositivo de normalización. En un primer plano, esta violencia es la de la normalización de la vida, que supone una pérdida absoluta de la libertad de vivirla como mejor nos complazca o de acuerdo con nuestras necesidades. Las diversas formas de violencia que genera y naturaliza este tipo de normalización son radicalmente conservadoras y suelen desplegar otras formas más complejas y sofisticadas de normalización, como la normalización de los sueños, de las imaginaciones, de las fantasías, incluso de las utopías y de los deseos. Todo esto lo logra la violenta normalización de la vida a través —entre otras cosas— de la normalización del lenguaje, del uso de las lenguas vivas, de los modos de hablar. La poesía, en la perspectiva que aquí formula María Zambrano, es capaz de interrumpir y contener —incluso anular— estas violencias normalizadoras porque libera con su poética irracionalidad nuestros usos del lenguaje y, a partir de ello, nuestros modos de ser y de hacer. La poesía abre todos los caminos de la posibilidad y también trabaja arduamente para poder expresar todo lo inexpresable: todo lo que ha quedado sujeto en las leyes que gobiernan el uso de las lenguas y de todo lenguaje.

—Rafael Ángel Gómez Choreño—

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