El consumo inmediato de la poesía

Así es, sin duda: el poeta alcanza su unidad en el poema más pronto que el filósofo. La unidad de la poesía baja en seguida a encarnarse en el poema y por ello se consume aprisa. La comunicación entre el logos poético y la poesía concreta y viva es más rápida y más frecuente; el logos de la poesía es de un consumo inmediato, cotidiano; desciende a diario sobre la vida, tan a diario, que, a veces, se la confunde con ella. Es el logos que se presenta a ser devorado, consumido; es el logos disperso de la misericordia que va a quien la necesita, a todos los que lo necesitan. Mientras que el de la filosofía es inmóvil, no desciende y sólo es asequible a quien puede alcanzarlo por sus pasos.

—María Zambrano—

COMENTARIO:

La manera como María Zambrano formula en este pasaje selecto la cuestión de la comunicación del pensamiento es completamente fascinante. No sólo porque saca de un golpe esta cuestión de la lógica totalitaria de la propaganda política o meramente ideológica de las ideas —incluso de las imágenes—, sino sobre todo por el modo como logra redefinir la cuestión en términos de un «poner en común». Lo que está en juego, al oponer o confrontar las capacidades que tienen la poesía y la filosofía para construir comunidad, es en realidad su capacidad para producirse y darse como un «bien común». Con este fin, resulta sumamente eficiente su distinción entre «logos poético» y «poesía concreta» o «poesía viva», pues la comunicación de lo poético se logra entre un pensamiento poético y una cierta necesidad concreta que existe de su producción y su consumo. Esta comunicación, por lo mismo, no puede entenderse sino como una necesidad de «poner-se en común», es decir, como una necesidad de «ponerse en común» para lograr activar su capacidad de «poner en común». Ahora bien, lo común de la poesía está en el lenguaje, en la comunidad de una lengua, y no puede ser de otro modo, pues siempre es una lengua concreta la que le brinda una morada, una residencia, un hogar, al «logos poético»; y es justo como acontecimiento lingüístico que la poesía logra convertirse en «poesía viva» y ser un bien concreto para todos los que la necesitan, así como para todos los que la han necesitado y todos los que la lleguen a necesitar. La comunicación de la poesía es, de acuerdo con todo esto, producto de un «movimiento» del pensamiento y no sólo un resultado inmediato del pensamiento, requiere una mediación para alcanzar su «encarnación» y volverse parte activa de la materialidad viva del lenguaje. Esta mediación radica en una acción con que se da realidad el intimísimo y universal «logos poético»: la creación del poema. El poema, en este sentido, no es un texto que se lee o se pronuncia, que se entona, sino una acción poética con la que se crea simultáneamente la unidad (a través del poema), la comunicación (a través de la poesía) y una comunidad (a través de la unidad y la comunicación de un pensamiento poético). Finalmente, en este pasaje, la crítica que Zambrano le hace a la filosofía por carecer de este «movimiento» termina siendo más una invitación a imaginar los posibles movimientos poéticos de la filosofía que una cancelación de toda posibilidad, pues dicha crítica toma por objeto lo que ha querido ser predominantemente la filosofía a lo largo de los siglos, según lo testimonia su historia, sin pretender que la filosofía sea incapaz de crear comunidad, unidad y comunicación de un modo semejante a la poesía.

—Rafael Ángel Gómez Choreño—

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